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-Hesíodo
Teogonía
Musas
Heliconíadas
(II. 1-25)Comencemos nuestro canto por las Musas
Heliconíadas, que habitan la montaña
grande y divina del Helicón. Con sus pies
delicados danzan en torno a una fuente de violáceos
reflejos y al altar del muy poderoso Cronión.
Después de lavar su piel suave en las aguas
del Permeso, en la Fuente del Caballo o en el
divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros
en la cumbre del Helicón y se cimbrean
vivamente sobre sus pies. Partiendo de allí,
envueltas en densa niebla marchan al abrigo de
la noche, lanzando al viento su maravillosa voz,
con himnos a Zeus portador de la égida,
a la augusta Hera argiva calzada con doradas sandalias,
a la hija de Zeus portador de la égida,
Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo y a la asaeteadora
Ártemis, a Poseidón que abarca y
sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita
de ojos vivos, a Hebe de áurea corona,
a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante
Selene, a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida
mente, a Gea, al espacioso Océano, a la
negra Noche y a la restante estirpe sagrada de
sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron
una vez a Hesíodo un bello canto mientras
apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón.
Este mensaje a mi en primer lugar me dirigieron
las diosas, las Musas Olímpicas, hijas
de Zeus portador de la égida: "¡Pastores
del campo, triste oprobio, vientres tan solo!
Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de
verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar
la verdad." Así dijeron las hijas
bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un
cetro después de cortar una admirable rama
de florido laurel. Me infundieron voz divina para
celebrar el futuro y el pasado y me encargaron
alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos
y cantarles siempre a ellas mismas al principio
y al final. Mas, ¿a que me detengo con
esto en torno a la encina o la roca?
Musas olímpicas
¡Ea, tú! comencemos por las Musas
que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso
corazón dentro del Olimpo, narrando al
unísono el presente, el pasado y el futuro.
Infatigable brota de sus bocas la grata voz. Se
torna resplandeciente la mansión del muy
resonante Zeus padre al propagarse el delicado
canto de las diosas y retumba la nevada cumbre
del Olimpo y los palacios de los Inmortales. Ellas,
lanzando al viento su voz inmortal, alaban con
su canto primero, desde el origen, la augusta
estirpe de los dioses a los que engendró
Gea y el vasto Urano y los que de aquellos nacieron,
los dioses dadores de bienes. Luego, a Zeus padre
de dioses y hombres, al comienzo y al final de
su canto, celebran las diosas, como sobresale
con mucho entre los dioses y es el de más
poder. Y cuando cantan la raza de los hombres
y los violentos Gigantes, regocijan el corazón
de Zeus dentro del Olimpo las Musas Olímpicas,
hijas de Zeus portador de la égida. Las
alumbró en Pieria, amancebada con el padre
crónida, Mnemóside, señora
de las colinas de Eleuter, como olvido de males
y remedio de preocupaciones. Nueve noches se unió
con ella el prudente Zeus subiendo a su lecho
sagrado, lejos de los Inmortales. Y cuando ya
era el momento y dieron la vuelta las estaciones,
con el paso de los meses, y se cumplieron muchos
días, nueve jóvenes de iguales pensamientos,
interesadas solo por el canto y con un corazón
exento de dolores en su pecho, dio a luz aquélla,
cerca de la más alta cumbre del nevado
Olimpo. Allí forman alegres coros y habitan
suntuosos palacios. Junto a ellas viven, entre
fiestas, las Gracias e Hímero. Y una deliciosa
voz lanzando por su boca, cantan y celebran las
normas y sabias costumbres de todos los Inmortales.
Aquéllas iban entonces hacia el Olimpo,
engalanadas con su bello canto, inmortal melodía.
Retumbaban en torno la oscura tierra el son de
sus cantos, y un delicioso ruido subía
de debajo de sus pies al tiempo que marchaban
al palacio de su padre. Reina aquél sobre
el cielo y es dueño del trueno y del llameante
rayo, desde que venció con su poder al
padre Cronos. Perfectamente repartió por
igual todas las cosas entre los Inmortales y fijó
sus prerrogativas. Esto cantaban las Musas que
habitan las mansiones olímpicas, las nueve
hijas nacidas del poderoso Zeus: Clío,
Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore,
Erato, Polimnia, Urania y Calíope. esta
es la más importante de todas, pues ella
asiste a los venerables reyes.[editar] Acción
de las musas entre los hombres
Al que honran las hijas del poderoso Zeus y le
miran al nacer, de los reyes vástagos de
Zeus, a éste derraman sobre su lengua una
dulce gota de miel y de su boca fluyen dulces
palabras. Todos fijan en él cuando interpreta
las leyes divinas con rectas sentencias y él
con firmes palabras en un momento resuelve sabiamente
un pleito por grande que sea. Pues aquí
radica el que los reyes sean sabios, en que hacen
cumplir en el ágora los actos de reparación
a favor de la gente agraviada fácilmente,
con persuasivas y complacientes palabras. Y cuando
se dirige al tribunal, como un dios le propician
con dulce respeto y él brilla en medio
del vulgo. ¡Tan sagrado es el don de las
Musas para los hombres! De las Musas y del flechador
Apolo descienden los aedos y citaristas que hay
sobre la tierra; y de Zeus, los reyes. ¡Dichoso
aquel de quién se prendan las Musas! Dulce
le brota la voz en la boca. Pues si alguien, víctima
de una desgracia, con el alma recién desgarrada
se consume afligido en su corazón, después
de que un aedo servidor de las Musas cante las
gestas de los antiguos y ensalce a los felices
dioses que habitan el Olimpo, al punto se olvida
aquél de sus penas y ya no se acuerda de
ninguna desgracia. ¡Rápidamente cambian
el ánimo los regalos de las diosas![editar]
Invocación y programa
¡Salud hijas de Zeus! Otorgadme el hechizo
de vuestro canto. Celebrad la estirpe sagrada
de los sempiternos Inmortales, los que nacieron
de Gea y del estrellado Urano, los que nacieron
de la tenebrosa Noche y los que crió el
salobre Ponto. Decid también cómo
nacieron al comienzo los dioses, la tierra, los
ríos, el ilimitado mar de agitadas olas
y, allí arriba, los relucientes astros
y el ancho cielo. Y los descendientes de aquéllos,
los dioses dadores de bienes, cómo se repartieron
la riqueza, cómo se dividieron los honores
y cómo además, por primera vez,
habitaron el muy abrupto Olimpo. Inspiradme esto,
Musas que desde un principio habitáis las
mansiones olímpicas, y decidme lo que de
ello fue primero.Cosmogonía En primer lugar
existió el Caos. Después Gea la
de amplio pecho, sede siempre segura de todos
los inmortales que habitan la nevada cumbre del
Olimpo. En el fondo de la tierra de anchos caminos
existió el tenebroso Tártaro. Por
último, Eros, el más hermoso entre
los dioses inmortales, que afloja los miembros
y cautiva de todos los dioses y todos los hombres
el corazón y la sensata voluntad en sus
pechos. Del Caos surgieron Érebo y la negra
Noche. De la Noche a se vez nacieron el Éter
y el Día, a los que alumbró preñada
en contacto amoroso con Érebo. Gea alumbró
primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones,
para que la contuviera por todas partes y poder
ser así sede siempre segura para los felices
dioses. También dio a luz a las grandes
Montañas, deliciosa morada de diosas, las
Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella
igualmente parió al estéril piélago
de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato
comercio.Hijos de Gea y Urano Luego, acostada
con Urano, alumbró a Océano de profundas
corrientes, a Ceo, a Crío, a Hiperión,
a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemóside,
a Febe de áurea corono y a la amable Tetis.
Después de ellos nació el más
joven, Cronos, de mente retorcida, el más
terrible de los hijos y se llenó de un
intenso odio hacia su padre. Dio a luz además
a los Cíclopes de soberbio espíritu,
a Brontes, a Estéropes y al violento Arges,
que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron
el rayo. Éstos en lo demás eran
semejantes a los dioses, pero en medio de su frente
había un solo ojo. Cíclopes era
su nombre por eponimia, ya que efectívamente,
un solo ojo completamente redondo se hallaba en
su frente. El vigor, la fuerza y los recursos
presidían sus actos. También de
Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes
y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse:
Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros.
Cien brazos informes salían agitadamente
de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta
cabezas de los hombros, sobre robustos miembros.
Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba
en su enorme cuerpo.Castración de Urano.
Afrodita Pues bien, cuantos nacieron de Gea y
Urano, los hijos más terribles, estaban
irritados con su padre desde siempre. Y cada vez
que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano
los retenía a todos ocultos en el seno
de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba
cínicamente con su malvada acción.
La monstruosa Gea, a punto de reventar, se quejaba
en su interior y urdió una cruel artimaña.
Produciendo al punto un tipo de brillante acero,
forjó una enorme hoz y luego explicó
el plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida
en su corazón: “¡Hijos míos
y de soberbio padre! Si queréis seguir
mis instrucciones, podremos vengar el cruel ultraje
de vuestro padre; pues él fue el primero
en maquinar odiosas acciones.” Así
habló y lógicamente un temor los
dominó a todos y ninguno de ellos se atrevió
a hablar. Mas el poderoso Cronos, de mente retorcida,
armado de valor, al punto respondió con
estas palabras a su prudente madre: “Madre,
yo podría, lo prometo, realizar dicha empresa,
ya que no siento piedad por nuestro abominable
padre; pues él fue el primero en maquinar
odiosas acciones.” Así hablo. La
monstruosa Gea se alegró mucho en su corazón
y le apostó secretamente en emboscada.
Puso en sus manos una hoz de agudos dientes y
disimuló perfectamente la trampa. Vino
el poderoso Urano conduciendo la noche, se echó
sobre la tierra ansioso de amor y se extendió
por todas partes. El hijo, saliendo de su escondite,
logró alcanzarle con la mano izquierda,
empuño con la derecha la prodigiosa hoz,
enorme y de afilados dientes, y apresuradamente
segó los genitales de su padre y luego
los arrojó a la ventura por detrás.
No en vano escaparon aquéllos de su mano.
Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas
las recogió Gea. Y al completarse un año,
dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos
Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen
en su mano largas lanzas, y a las Ninfas que llaman
Melias sobre la tierra ilimitada. En cuanto a
los genitales, desde el mismo instante en que
los cercenó con el acero y los arrojó
lejos del continente en el tempestuoso ponto,
fueron luego llevados por el piélago durante
mucho tiempo. A su alrededor surgía del
miembro inmortal una blanca espuma y en medio
de ella nació una doncella. Primero navegó
hacia la divina Citera y desde allí se
dirigió después a Chipre rodeada
de corrientes. Salió del mar la augusta
y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecía
la hierba en torno. Afrodita la llaman los dioses
y hombres, porque nació en medio de la
espuma, y también Citerea, porque se dirigió
a Citera. Ciprogénea, porque nació
en Chipre de muchas olas, y Filomedea, porque
surgió de los genitales. La acompañó
Eros y la siguió el bello Hímero
al principio cuando nació, y luego en su
marcha hacia la tribu de los dioses. Y estas atribuciones
posee desde el principio y ha recibido como lote
entre los hombres y dioses inmortales: las intimidades
con doncellas, las sonrisas, los engaños,
el dulce placer, el amor y la dulzura. A estos
dioses su padre, el poderoso Urano, les dio el
nombre de Titanes aplicando tal insulto a los
hijos que el mismo engendró. Decía
que en su intento, con temeraria sensatez habían
cometido un acto terrible por el que luego tendrían
justo castigo.
Hijos
de Noche y Eris
Parió la Noche al maldito Moros, a la negra
Ker y a Tánato; parió también
a Hipnos y engendró la tribu de los Sueños.
Luego ademas la diosa, la oscura Noche, dio a
luz sin acostarse con nadie a la Burla, al doloroso
Lamento y a las Hespérides que, al otro
lado del ilustre Océano, cuidan las bellas
manzanas de oro y los árboles que producen
el fruto. Parió igualmente a las Moiras
y las Keres, vengadoras implacables: a Cloto,
a Láquesis y a Átropo que conceden
a los mortales, cuando nacen, la posesión
del bien y del mal y persiguen los delitos de
hombres y dioses. Nunca cejan las diosas en su
terrible cólera antes de aplicar un amargo
castigo a quien comete delitos. También
alumbró a Némesis, azote para los
hombres mortales, la funesta Noche. Después
de ella tuvo al Engaño, la Ternura y la
funesta Vejez, y engendró a la astuta Eris.
Por su parte la maldita Eris parió a la
dolorosa Fatiga, al Olvido, al Hambre y los Dolores
que causan llanto, a los Combates, Guerras, Matanzas,
Masacres, Odios, Mentiras, Discursos, Ambigüedades,
al Desorden y la Destrucción, compañeros
inseparables, y al Juramento, el que más
dolores propicia a los hombres de la tierra siempre
que alguno perjura voluntariamente.Hijos del Ponto
El Ponto engendró al sincero y veraz Nereo,
el mayor de sus hijos. Además, le llaman
Viejo, porque, infalible y benévolo, no
se le ocultan las leyes divinas, sino que conoce
justos y sabios designos. Luego engendró,
amancebado con Gea, al enorme Taumante, al arrogante
Forcis, y a Ceto de hermosas mejillas y Euribia
que alberga en su pecho corazón de acero.
Catálogo
de las Nereidas
Adorables y divinas hijas nacieron en el ponto
estéril de Nereo y Doris de hermosos cabellos
hija del Océano río perfecto: Ploto,
Eucranta, Sao, Anfítrite, Eudora, Tetis,
Galena, Glauca, Cimótoa, Espeo, Toa, la
amable Halía, Pasítea, Érato,
Eunice de rosados brazos, la graciosa Mélite,
Eulímene, Ágave, Doto, Proto, Ferusa,
Dinámene, Nesea, Actea, Protomedea, Doris,
Pánope, la hermosa Galatea, la encantadora
Hipótoa, Hipónoe de rosados brazos,
Cimódoca que calma sin esfuerzo el oleaje
en el sombrío ponto y las ráfagas
de los vientos huracanados junto con Cimatolega
y Anfítitre de bellos tobillos, Cimo, Égone,
Halimeda de bella corona, la risueña Glaucónoma,
Pontoporea, Leágora, Evágora, Laomedea,
Polínoe, Autónoe, Lisiánasa,
Evarna de encantadora figura y belleza sin tacha,
Psámata de gracioso porte, la divina Menipa,
Neso, Eupompa, Temisto, Prónoe y Nemertes
que tiene la inteligencia de su inmortal padre.
Estas cincuenta hijas nacieron del intachable
Nereo, expertas en obras intachables. Hijos de
Taumante y Electra Taumante se llevó a
Electra, hija del Océano de profundas corrientes.
Ésta parió a la veloz Iris y a las
Harpías de hermosos cabellos, Aelo y Ocípeta,
que con sus rápidas alas compiten con las
ráfagas de los vientos y con las aves;
pues ya se lanzaban por los aires.
Descendientes
de Ceto y Forcis
A su vez Ceto tuvo con Forcis a las Grayas de
bellas mejillas, canosas desde su nacimiento;
las llaman Viejas los dioses inmortales y los
hombres que pululan por la tierra. También
a Penfredo de bello peplo, a Enío de peplo
azafranado y a las Gorgonas que viven al otro
lado del ilustre Océano, en el confín
del mundo hacia la noche, donde las Hespérides
de aguda voz: Esteno, Euríale y la Medusa
desventurada; ésta era mortal y las otras
inmortales y exentas de vejez las dos. Con ella
sola se acostó el de Azulada Cabellera
en un suave prado, entre primaverales flores.
Y cuando Perseo le crecenó la cabeza, de
dentro brotó el enorme Crisaor y el caballo
Pegaso. A éste le venía el nombre
de que nació junto a los manantiales del
Océano, y a aquél porque tenía
en sus manos una espada de oro. Pegaso, levantando
el vuelo y abandonando la tierra madre de rebaños,
marchó a la mansión de los Inmortales
y allí habita, en los palacios de Zeus,
llevando el trueno y el rayo al prudente Zeus.
Crisaor engendró al tricéfalo Gerión
unido con Calírroe hija del ilustre Océano;
a éste lo mató el fornido Heracles
por sus bueyes de marcha basculante en Eritrea
rodeada de corrientes. Fue aquél día
en que arrastró los bueyes de ancha frente
hasta la sagrada Tirinto, atravesando la corriente
del Océano, después de matar a Orto
y al boyero Euritión en su sombrío
establo, al otro lado del ilustre Océano.
Otro monstruo extraordinario, en nada parecido
a los hombres mortales ni a los inmortales dioses,
tuvo Medus en una cóncava gruta: la divina
y astuta Equidna, mitad ninfa de ojos vivos y
hermosas mejillas, mitad en cambio mosntruosa
y terrible serpiente, enorme jaspeada y sanguinaria,
bajo las entrañas de la venerable tierra.
Allí habita una caverna en las profundidades,
bajo una oronda roca, lejos de los inmortales
dioses y de los humanos mortales; allí
entonces le dieron como parte los dioses habitar
ilustres mansiones. Y fue retenida en el país
de los Árimos, bajo la tierra, la funesta
Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por
todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible,
violento y malvado Tifón tuvo contacto
amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada,
dio a luz a feroces hijos: primero parió
al perro Orto para Gerión. En segundo lugar
tuvo un prodigioso hijo, indecible, el sanguinario
Cerbero, perro de broncíneo ladrido de
Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feroz.
En tercer lugar engendró a la perversa
Hidra de Lerna, a la que alimentó Hera,
diosa de blancos brazos, irritada terriblemente
con el fornido Heracles.. La aniquiló el
hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfitriénida
Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, según
los planes de Atenea amiga de botín. La
Hidra parió a la terrible, enorme, ágil
y violenta Quimera, que exhala indómito
fuego. Tres eran sus cabezas: una de león
de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera
de serpiente, de violento dragón. León
por delante, dragón por detrás y
cabra en medio, resoplaba una terrible y ardiente
llama de fuego. Pegaso la mató y el valiente
Belerofonte. Ésta, amancebada con Orto,
parió a la funesta Esfinge, ruina para
los cadmeos, y al león de Nemea, al que
Hera, célebre esposa de Zeus, crió
y puso en los montes de Nemea, calamidad para
los hombres. Allí devastaba las tribus
de hombres que habitaban el lugar y era dueño
de Treto, Nemea y Apesante. Pero lo mató
el vigor del fornido Heracles. Ceto, en contacto
amoroso con Forcis, alumbró por último
un terrible reptil que en sombrías grutas
de la tierra, allá en los extremos confines,
guarda manzanas completamente de oro. Ésta
es la estirpe de Ceto y Forcis.Hijos de Tetis
y Océano. Ríos y Oceánides
Tetis con el Océano parió a los
voraginosos Ríos: el Nilo, el Alfeo, el
Erídano de profundos remolinos, el Estrimón,
el Meandro, el Istro de bellas corrientes, el
Fasis, el Reso, el Aqueloo de plateados remolinos,
el Neso, el Rodio, el Haliacmón, el Heptáporo,
el Gránico, el Esepo y el divino Simunte,
el Peneo, el Hermo, el Ceco de bella corriente,
el largo Sangario, el Ladón, el Partenio,
el Eveno, el Ardesco y el divino Escamandro. Tuvo
también una sagrada estirpe de hijas que
por la tierra se encargan de la crianza de los
hombres, en compañía del soberano
Apolo y de los Rios y han recibido de Zeus este
destino: Peito, Admeta, Yanta, Electra, Doris,
Primno, la divina Urania, Hipo, Clímene,
Rodea, Calírroe, Zeuxo, Clitia, Idía,
Pisítoa, Plexaura, la encantadora Galaxaura,
Dione, Melóbosis, Toa, la bella Polidora,
Cerceis de graciosa figura, Pluto ojos de buey,
Perseis, Yanira, Acasta, Jante, la deliciosa Petrea,
Menesto, Europa, Metis, Eurínome, Telesto
de azafranado peplo, Criseida, Asia, la deseable
Calipso, Eudora, Tyche, Ánfiro, Ocírroe
y Estigia, la que es más importante de
todas. Éstas son las hijas más antiguas
que nacieron del Océano y Tetis. Y aún
hay otras muchas¸pues son tres mil las Oceánides
de finos tobillos que, muy repartidas, por igual
guardan por todas partes la tierra y las profundidades
de las lagunas, resplandecientes hijas de diosas.
Y otros tantos los ríos que corren estrepitosamente,
hijos del Océano, a los que alumbró
la augusta Tetis. ¡Arduo intento decir un
mortal el nombre de todos ellos! Mas conocen cada
uno en particular a aquellos que habitan sus riberas.
Hijos
de Tea e Hiperión
Tea dio a luz al alto Helios, la brillante Selene
y Eos que alumbra a todos los seres de la tierra
y los inmortales dioses que habitan el vasto cielo,
entregada al amor de Hiperión.
Hijos
de Crío y Euribia
Euribia, divina entre diosas, parió en
contacto amoroso con Crío, al poderoso
Astreo, a Palante y a Perses que se distinguió
entre todos por su sabiduría. Con Astreo,
Eos parió a los impetuosos vientos, el
despejador Céfiro, el Bóreas de
rápida marcha y el Noto, acostada amorosamente
la diosa con el dios. Después de ellos,
la Hija de la Mañana dio a luz al lucero
Eósforo, las brillantes estrellas y todo
cuanto corona el cielo. Estigia, hija del Océano,
parió en su palacio unida con Palante,
a Celo y Nike de bellos tobillos, y dio vida también
a Cratos y Bía, hijos muy señalados.
No está su morada lejos de Zeus ni existe
lugar alguno ni camino donde no gobierne el dios
mediante aquéllos, sino que siempre se
sientan al lado de Zeus gravisonante. Así
lo planeó Estigia, inmortal Oceánide,
aquel día, cuando el fulminador Olímpico
convocó a todos los inmortales dioses en
el elevado Olimpo y dijo que a ninguno de los
dioses que lucharan a su lado contra los Titanes
le mermaría honores, sino que cada cual
conservaría al menos el rango de antes
entre los dioses inmortales. Y aseguró
que si alguien había sido deshonrado y
privado de dignidad por Cronos, accedería
al rango y dignidades que es legítimo.
Marchó entonces la primera la inmortal
Estigia al Olimpo en compañía de
sus hijos, por solicitud hacia su padre. Y Zeus
la honró y le otorgó excelentes
premios; pues determinó que ella fuera
juramento solemne de los dioses y que sus hijos
convivieran con él por todos los siglos.
Así como lo prometió ante todos,
así lo cumplió siempre. Y él
goza de gran poder y soberanía.
Hijos
de Febe y Ceos
A su vez Febe visitó el lecho muy deseable
de Ceos. Y preñada luego la diosa en su
abrazo con el dios, parió a Leto de azulado
Peplo, siempre dulce, benévola con hombres
y dioses inmortales, dulce desde su origen, y
la más amable dentro del Olimpo. También
dio a luz a la renombrada Asteria que un día
se llevó Perses a su espléndido
palacio para llamarse esposa suya.
Himno
a Hécate
Embarazada ésta, parió a Hécate,
a la que Zeus Crónida honró sobre
todos y le procuró espléndidos regalos,
la suerte de participar en la tierra y el mar
estéril. Ella también obtuvo en
lote la dignidad que confiere el estrellado cielo
y es especialmente respetada por los dioses inmortales.
Todavía ahora, cuando alguno de los hombres
de la tierra los propicia, celebrando magníficos
sacrificios según costumbre, invoca repetidamente
a Hécate. Muy fácilmente abtiene
gran honor aquel cuyas súplicas acepta
complaciente la diosa, y le concede prosperidad
puesto que está en su mano. Pues cuantos
nacieron de Gea y Urano y obtuvieron honras, ella
posee el lote de todos ellos. En nada la maltrató
el Crónida ni tampoco le quitó nada
de lo que recibió en suerte entre los primeros
dioses, los Titanes; sino que sus atribuciones
son las mismas que tuvo desde el principio. Y
no por unigénita la diosa obtuvo en lote
menos dignidad, sino todavía mucha más
aún, puesto que Zeus la respeta. Al que
ella quiere, grandemente le asiste y ayuda; en
el juicio se sienta junto a los venerables reyes,
y en el ágora hace destacar entre la gente
al que ella quiere. O cuando armados de coraza
marchan los varones hacia la guerra destructora
de hombres, allí la diosa asiste a los
que quiere decididamente concederles la victoria
y encumbrarles de gloria. Es capaz de asistir
a los nobles que quiere y con igual capacidad,
cuando los jóvenes compiten en juegos,
allí los asiste y ayuda la diosa; y el
vencedor en fuerza y capacidad, fácilmente
y contento se lleva un magnífico premio
y proporciona gloria a sus padres. A los que trabajan
en el mar intransitable y elevan sus súplicas
a Hécate y al resonante Ennosigeo, fácilmente
la ilustre diosa les concede pesca abundante y
fácilmente se la quita cuando parece segura
si así lo desea su corazón. Es capaz
de aumentar el ganado en los establos junto con
Hermes, y en cuanto a las manadas de bueyes, los
extensos rebaños de cabras y las majadas
de lanudas ovejas, si así lo desea en su
corazón, multiplica los pequeños
y disminuye los numerosos. Así, aunque
es unigénita, de madre, goza de gran respeto
entre todos los Inmortales por sus prerrogativas.
El Crónida la hizo criadora de los jóvenes
que después de ella vieron la luz de la
Aurora que a muchos alumbra. Y así, desde
siempre, es criadora de la juventud y estas son
sus atribuciones.
Hijos
de Rea y Cronos
Rea, entregada a Cronos, tuvo famosos hijos: Histia,
Deméter, Hera de áureas sandalias,
el poderoso Hades que reside bajo la tierra con
implacable corazón, el resonante Ennosigeo
y el prudente Zeus, padre de dioses y hombres,
por cuyo trueno tiembla la anchurosa tierra. A
los primeros se los tragó el poderoso Cronos
según iban viniendo a sus rodillas desde
el sagrado vientre de su madre, conduciéndose
así para que ningún otro de los
ilustres descendientes de Urano tuviera dignidad
real entre los Inmortales. Pues sabía por
Gea y el estrellado Urano que era su destino sucumbir
a manos de su propio hijo, por poderoso que fuera,
víctima de los planes del gran Zeus. Por
ello no tenía descuidada la vigilancia,
sino que, siempre al acecho, se iba tragando a
sus hijos; y Rea sufría terriblemente.
Pero cuando ya estaba a punto de dar a luz a Zeus,
padre de dioses y hombres, entonces suplicó
enseguida a sus padres, los de ella, Gea y el
estrellado Urano, que le ayudaran a urdir un plan
para tener ocultamente el parto de su hijo y vengar
las Erinias de su padre y de los hijos que se
tragó el poderoso Cronos de mente retorcida.
Aquéllos escucharon atentamente a su hija
y la obedecieron; la pusieron ambos al corriente
de cuanto estaba decretado que ocurriera respecto
al rey Cronos y a su intrépido hijo, y
la enviaron a Licto, a un rico pueblo de Creta,
cuando ya estaba a punto de parir al más
joven de sus hijos, el poderoso Zeus. A éste
le recogió la monstruosa Gea para criarlo
y cuidarlo en la espaciosa Creta. Allí
se dirigió, llevándole, al amparo
de la rápida negra noche, en primer lugar,
a Licto. Le cogió en sus brazos y le ocultó
en una profunda gruta, bajo las entrañas
de la divina tierra, en el monte Egeo de densa
arboleda. Y envolviendo en pañales una
enorme piedra, la puso en manos del gran soberano
Uránida, rey de los primeros dioses. Aquél
la agarró entonces con sus manos y la introdujo
en su estómago, ¡desgraciado! No
advirtió en su corazón que, a cambio
de la piedra, se le quedaba para el futuro su
invencible e imperturbable hijo, que pronto, venciéndole
con su fuerza y sus propias manos, iba a privarle
de su dignidad y a reinar entre los Inmortales.
Rápidamente crecieron luego el vigor y
los hermosos miembros del soberano. Y al cabo
de un año echó fuera de nuevo su
prole el poderoso Cronos de mente retorcida, engañado
por las hábiles indicaciones de Gea, vencido
por la fuerza y habilidad de su hijo. Primero
vomitó la piedra, última cosa que
se tragó; y Zeus la clavó sobre
la anchurosa tierra, en la sacratísima
Pito, en los valles del pie del Parnaso, monumento
para la posteridad, maravilla para los hombres
mortales. Libró a sus tíos paternos
de sus dolorosas cadenas, a los Uránidas
Brontes, Estéropes y el vigoroso Arges,
a los que insensatamente encadenó su padre;
aquéllos le guardaron gratitud por sus
beneficios y le regalaron el trueno, el llampeante
rayo y el relámpago; antes los tenía
ocultos la enorme Gea, y con ellos seguro gobierna
a mortales e inmortales.
Hijos
de Jápeto y Clímene
Jápeto se llevó a la joven Clímene,
Oceánide de bellos tobillos y subió
a su mismo lecho. Ésta le dio un hijo,
el intrépido Atlas, y parió al muy
ilustre Menetio, al mañoso y astuto Prometeo
y al torpe Epimeteo, que fue desde un principio
siempre ruina para los hombres que se alimentan
de pan. Pues él por primera vez aceptó
una joven mujer modelada por Zeus. Al violento
Menetio, Zeus de amplia mirada le hundió
en el Érebo, alcanzándole con el
ardiente rayo, por su insolencia y desmedida audacia.
Atlas sostiene el vasto cielo a causa de una imperiosa
fatalidad allá en los confines de la tierra,
a la entrada del país de las Hespérides
de fina voz, apoyándolo en su cabeza e
infatigables brazos; pues esta suerte le asignó
como lote el prudente Zeus. A Prometeo abundante
en recursos le ató con irrompibles ligaduras,
dolorosas cadenas, que metió a través
de una columna y lanzó sobre él
su águila de amplias alas. Ésta
le comía el hígado inmortal y aquél
durante la noche crecía por todas partes
en la misma proporción que durante el día
devoraba el ave de amplias alas. La mató
Heracles, ilustre hijo de Alcmena de bellos tobillos
y libró de su horrible tormento al Japetónida,
dando fin a sus inquietudes no sin el consentimiento
de Zeus Olímpico que reina en las alturas,
sino para que la fama de Heracles, nacido en Tebas,
fuera mayor todavía que antes sobre la
tierra fecunda. Por estos anhelos favorecía
a su muy ilustre hijo y, aunque irritado, calmó
la cólera que antes tenía desde
que Prometeo combatió la voluntad del muy
poderoso Cronión.
Mito de Prometeo. Creación de la mujer
Ocurrió que cuando dioses y hombres mortales
se separaron en Mecona, Prometeo presentó
un enorme buey que había dividido con ánimo
resuelto, pensando engañar la inteligencia
de Zeus. Puso, de un lado,, en la piel, la carne
y ricas vísceras con la grasa, ocultándolas
en el vientre del buey. De otro, recogiendo los
blancos huesos del buey con falaz astucia, los
disimuló cubriéndolos de brillante
grasa. Entonces se dirigió a él
el padre de hombres y dioses: “¡Japetónida,
el más ilustre de todos los dioses, amigo
mío, cuan parcialmente hiciste el reparto
de lotes!” Así habló en torno
de burla Zeus, conocedor de inmortales designios.
Le respondió el astuto Prometeo con una
leve sonrisa y no ocultó su falaz astucia:
“¡Zeus, el más ilustre y poderoso
de los dioses sempiternos! Escoge de ellos el
que en tu pecho te dicte el corazón.”
Habló ciertamente con falsos pensamientos.
Y Zeus, sabedor de inmortales designios, conoció
y no ignoró el engaño; pero estaba
proyectando en su corazón desgracias para
los hombres mortales e iba a darles cumplimiento.
Cogió con ambas manos la blanca grasa.
Se irritó en sus entrañas y la cólera
le alcanzó el corazón cuando vio
los blancos huesos del buey a causa de la falaz
astucia. Desde entonces sobre la tierra las tribus
de hombres queman para los inmortales los blancos
huesos cuando se hacen sacrificios en los altares..
Y a aquél díjole Zeus amontonador
de nubes, terriblemente indignado: “¡Hijo
de Jápeto, conocedor de los designios sobre
todas las cosas, amigo mío, ciertamente
no estabas ya olvidándote de tu falaz astucia!”
Así dijo lleno de cólera Zeus, conocedor
de inmortales designios. Y desde entonces tuvo
siempre presente este engaño y no dio la
infatigable llama del fuego a los fresnos, los
hombre mortales que habitan sobre la tierra. Pero
le burló el sagaz hijo de Jápeto
escondiendo el brillo que se ve de lejos del infatigable
fuego en una hueca cañaheja. Entonces hirió
de nuevo el alma de Zeus altitonante y le irritó
su corazón cuando vio entre los hombres
el brillo que se ve de lejos del fuego. Y al punto,
a cambio del fuego, preparó un mal para
los hombres: Modeló de tierra al ilustre
Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella,
por voluntad del Crónida. La diosa Atenea
de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó
con vestido de resplandeciente blancura; la cubrió
desde la cabeza con un velo, maravilla verlo,
bordado con sus propias manos; y con deliciosas
coronas de fresca hierba trenzada con flores,
rodeó sus sienes Palas Atenea. En su cabeza
colocó una diadema de oro que el mismo
cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo,
por agradar a su padre Zeus. En ella había
artísticamente labrados, maravilla verlos,
numerosos monstruos, cuantos terribles cría
el continente y el mar; de ellos grabó
muchos aquél, y en todos se respiraba su
arte, admirables, cual seres vivos dotados de
voz. Luego que preparó el bello mal, a
cambio de un bien, la llevó donde estaban
los demás dioses y los hombres, engalanada
con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija
de poderoso padre; y un estupor se apoderó
de los inmortales dioses y hombres mortales cuando
vieron el espinoso engaño, irresistible
para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe
de femeninas mujeres. Gran calamidad para los
mortales, con los varones conviven sin conformarse
con la funesta penuria, sino con la saciedad.
Como cuando en las abovedadas colmenas las abejas
alimentan a los zánganos, siempre ocupados
en miserables tareas –aquéllas durante
todo el día hasta la puesta del sol diariamente
se afanan y hacen blancos panales de miel, mientras
ellos aguardando dentro, en los recubiertos panales,
recogen en su vientre el esfuerzo ajeno-, así
también desgracia para los hombres mortales
hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas
en perniciosas tareas. Otro mal les procuró
a cambio de aquel bien: El que huyendo del matrimonio
y las terribles acciones de las mujeres no quiere
casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que
le cuide, éste no vive falto de alimento;
pero al morir, los parientes se reparten su hacienda.
Y a quien, en cambio, le alcanza el destino del
matrimonio y consigue tener una mujer sensata
y adornada de recato, éste, durante toda
la vida, el mal equipara constantemente al bien.
Y quien encuentra una mujer desvergonzada, vive
sin cesar con la angustia en su pecho, en su alma
y en su corazón; y su mal es incurable.
De esta manera no es posible engañar ni
transgredir la voluntad de Zeus; pues ni siquiera
el Japetónida, el remediador Prometeo,
logró librarse de su terrible cólera,
sino que por la fuerza, aunque era muy astuto,
le aprisionó una enorme cadena.
Titanomaquia
A Briareo, a Coto y a Giges, cuando en un principio
su padre se irritó con ellos en su corazón,
les ató con fuerte cadena receloso de su
formidable vigor, así como de su belleza
y estatura, y les hizo habitar bajo la espaciosa
tierra. Allí aquéllos, entre tormentos,
viviendo bajo la tierra, permanecieron en lugar
remoto, en los confines de la ancha tierra, por
largo tiempo, muy angustiados y con su corazón
lleno de terrible dolor. Más el Crónida
y los demás dioses inmortales que concibió
Rea de hermosos cabellos en abrazo con Cronos,
de nuevo los condujeron a la luz según
las indicaciones de Gea. Pues ésta les
explico con todo detalle que con su ayuda conseguirían
la victoria y brillante fama. Ya hacía
tiempo que luchaban soportando dolorosas fatigas
enfrentados unos contra otros a través
de violentos combates, los dioses Titanes y los
que nacieron de Cronos; aquéllos desde
la cima del Otris, los ilustres Titanes, y éstos
desde el Olimpo, los dioses dadores de bienes
a los que parió Rea de hermosos cabellos
acostada con Cronos. Por entonces enfrascados
unos con otros en fatigosa lucha, llevaban ya
combatiendo en conjunto más de diez años.
Y no se veía solución de la dura
contienda ni final a favor de unos o de otros,
sino que el resultado de la guerra permanecía
indeciso. Pero cuando Zeus ofreció a aquéllos
todos los alimentos, néctar y ambrosía,
que los propios dioses comen, creció en
el pecho de todos ardorosa pasión, cuando
probaron el néctar y la deliciosa ambrosía.
Entonces ya les habló el padre de hombres
y dioses: “¡Escuchadme, ilustre hijos
de Gea y Urano, para que os diga lo que me dicta
el corazón en mi pecho! Por largo tiempo
ya enfrentados unos con otros, luchamos todos
los días por la victoria y el poder los
dioses Titanes y los que nacimos de Cronos. Pero
mostrad vosotros vuestra terrible fuerza e invencibles
brazos contra los Titanes en funesta lucha, recordando
nuestra dulce amistad y como después de
tantos tormentos bajo dolorosa cadena, de nuevo
vinisteis a la luz saliendo de la oscura tiniebla
por decisión nuestra.” Así
dijo y al punto a su vez le respondió el
intachable Coto: “¡Divino! No nos
descubres cosas ignoradas, sino que tambiñen
nosotros sabemos cuán excelentes son tus
pensamientos e inteligencia. Paladín fuiste
para los Inmortales de una cruel contienda y por
tu sabiduría regresamos de nuevo saliendo
de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo
de Cronos!, después de sufrir desesperantes
tormentos entre inexorables cadenas. Por ello
también ahora, con corazón firme
y resuelta decisión, defenderemos vuestro
poder en terrible batalla luchando contra los
Titanes a través de violentos combates.”
Así habló. Aplaudieron los dioses
dadores de bienes al escuchar sus palabras, y
su espíritu anhelaba la guerra con más
ansia todavía que antes. Provocaron aquel
día una lucha terrible todos, hembras y
varones, los dioses Titanes y los que nacieron
de Cronos y aquellos a los que Zeus, sumergidos
en el Érebo bajo la tierra, trajo a la
luz, terribles, violentos y dotados de formidable
vigor. Cien brazos salían agitadamente
de sus hombros, para todos igual, y a cada uno
cincuenta cabezas le nacían de los hombros,
sobre robustos miembros. Aquéllos entonces
se enfrentaron a los Titanes en funesta lucha,
con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes,
de otra parte, afirmaron sus filas resueltamente.
Unos y otros exhibían el poder de sus brazos
y su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso
ponto y la tierra retumbó con gran estruendo;
el vasto cielo gimió estremecido y desde
su raíz vibró el elevado Olimpo
por el ímpetu de los Inmortales. La violenta
sacudida de las pisadas llegó hasta el
tenebroso Tártaro, así como el sordo
ruido de la indescriptible refiega y de los violentos
golpes. ¡De tal forma se lanzaban recíprocamente
funestos dardos! La voz de unos y otros llamándose
llegó hasta el estrellado cielo y aquéllos
chocaron con enorme alalá. Ya no contenía
Zeus su furia, sino que ahora se inundaron al
punto de cólera sus entrañas y exhibió
toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo
y desde el Olimpo, lanzando sin cesar relámpagos,
avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el
trueno y el relámpago, volaban desde su
poderosa mano, girando sin parar su sagrada llama.
Por todos lados resonaba la tierra portadora de
vida envuelta en llamas y crujió con gran
estruendo, envuelto en fuego, el inmenso bosque.
Hervía la tierra toda y las corrientes
del Océano y el estéril ponto. Una
ardiente humareda envolvió a los Titanes
nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó
la atmósfera divina. Y cegó sus
dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centelleante
brillo del rayo y del relámpago. Un impresionante
bochorno se apoderó del abismo y pareció
verse ante los ojos y oírse con los oídos
algo igual que cuando se acercaron Gea y el vasto
Urano desde arriba. Pues tan gran estruendo se
levantó cuando, tumbada ella, aquél
se precipitó desde las alturas. ¡Tanto
estruendo se produjo al chocar los dioses en combate!
Al mismo tiempo, los vientos expandían
con estrépito la conmoción,, el
polvo, el trueno, el relámpago y el llameante
rayo, armas del poderoso Zeus, y llevaban el griterío
y el clamor en medio de ambos. Un estrépito
impresionante se levantó, de terrible contienda;
y saltaba a la vista la violencia de las acciones.
Declinó la batalla; pero antes, atacándose
mutuamente, luchaban sin cesar a través
de violentos combates. Entonces aquéllos,
Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en
la vanguardia provocaron un violento combate.
Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus
poderosas manos y cubrieron por completo con estos
proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la
anchurosa tierra y los ataron entre inexorables
cadenas después de vencerlos con sus brazos,
aunque eran audaces, tan hondos bajo la tierra
como lejos está el cielo de la tierra;
esa distancia hay desde la tierra hasta el tenebroso
Tártaro. Pues un yunque de bronce que bajara
desde el cielo durante nueve noches con sus días,
al décimo llegaría a la tierra;
e igualmente un yunque de bronce que bajara desde
la tierra durante nueve noches con sus días,
al décimo llegaría al Tártaro.
En torno a él se extiende un muro de bronce
y una oscuridad de tres capas envuelve su entrada;
encima además nacen las raíces de
la tierra y del mar estéril. Allí
los dioses Titanes bajo una oscura tiniebla están
ocultos por voluntad de Zeus amontonador de nubes
en una húmeda región al extremo
de la monstruosa tierra; no tienen salida posible:
Posidón les puso encima broncíneas
puertas y una muralla les rodea de ambos lados.
Allí habitan también Giges, Coto
y el valiente Briareo, fieles guardianes de Zeus
portador de la égida. Allí de la
tierra sombría, del tenebroso Tártaro,
del ponto estéril y del cielo estrellado
están alineados los manantiales y términos
hórridos y pútridos de todos, y
hasta los dioses los maldicen. Enorme abismo:
no se alcanzaría su fondo ni en todo un
año completo, si antes fuera posible franquear
sus puertas; sino que por aquí y por allá
te arrastraría huracán ante huracán
terrible. Horrendo incluso para los dioses inmortales,
este prodigio. También se encuentran allí
las terribles mansiones de la oscura Noche cubiertas
por negruzcos nubarrones. Delante de ellas, el
hijo de Jápeto sostiene el ancho cielo,
apoyándolo en su cabeza e infatigables
brazos, sólidamente, allí donde
la Noche y la Luz del día se acercan más
y se saludan entre ellas pasando alternativamente
el gran vestíbulo de bronce. Cuando una
va a entrar, ya la otra está yendo hacia
la puerta, y nunca el palacio acoge entre sus
muros a ambas, sino que siempre una de ellas fuera
del palacio da vueltas por la tierra y la otra
espera en la morada hasta que llegue el momento
de su viaje. Una ofrece a los seres de la tierra
su luz penetrante; la otra les lleva en sus brazos
el Sueño hermano de la Muerte, la funesta
Noche, envuelta en densa niebla. Allí tienen
su casa los hijos de la oscura Noche, Hipnos y
Tánato, terribles dioses; nunca el radiante
Helios les alumbra con sus rayos al subir al cielo
ni al bajar del cielo. Uno de ellos recorre tranquilamente
la tierra y los anchos lomos del mar y es dulce
para los hombres; el otro, en cambio, tiene de
hierro el corazón y un alma implacable
de bronce alberga en su pecho. Retiene al hombre
que coge antes, y es odioso incluso para los inmortales
dioses. Allí delante se encuentran las
resonantes mansiones del dios subterráneo,
del poderoso Hades y la temible Perséfone;
guarda su entrada un terrible perro, despiadado
y que se vale de tretas malvadas: a los que entran
les saluda alegremente con el rabo y ambas orejas
al mismo tiempo, pero ya no les deja salir de
nuevo, sino que, al acecho, se come al que coge
a punto de franquear las puertas. Allí
reside una diosa maldita para los Inmortales,
la terrible Estigia, hija mayor del Océano
que refluye en sí mismo. Lejos de los dioses
habita un espléndido palacio con techo
de enormes rocas; por todas partes se encuentra
apoyado sobre plateadas columnas que llegan hasta
el cielo. Raramente, la hija de Taumante, Iris
rápida de pies, frecuenta este lugar volando
por los anchos lomos del mar. Cuando una disputa
o querella se suscita entre los Inmortales, por
si alguno de los que habitan las mansiones olímpicas
falta a la verdad, Zeus encarga a Iris que traiga
de lejos el gran juramento de los dioses en un
recipiente de oro, el agua helada de mucho renombre
que fluye de un alto y escarpado peñasco.
En abundancia bajo la anchurosa tierra mana del
río sagrado por la negra noche, brazo de
Océano. Una décima parte al punto
queda apartada; nueve, haciéndolos girar
en plateados remolinos por la tierra y los anchos
lomos del mar, las precipita en la salada superficie.
Y ésta solamente brota de aquel peñasco,
azote terrible para los dioses. El que de los
Inmortales que habitan las nevadas cumbres del
Olimpo jura en vano vertiéndola, queda
tendido sin respiración hasta que se cumple
un año; y no puede acercarse a la ambrosía,
el néctar ni alimento alguno, sino que
yace, sin aliento y sin voz, en revestidos lechos
y le cubre un horrible sopor. Luego, cuando termine
esta terrible enfermedad al cabo de un año,
otra prueba aún más dura sucede
a aquélla; por nueve años está
apartado de los dioses sempiternos y nunca puede
asistir al Consejo ni a los banquetes durante
esos nueve años; al décimo, otra
vez participa en las asambleas de los Inmortales
que habitan las mansiones olímpicas. ¡Tal
juramento hicieron los dioses al agua imperecedera
y antiquísima de la Estigia que atraviesa
una región muy áspera! Allí
de la tierra sombría, del tenebroso Tártaro,
del ponto estéril y del cielo estrellado
están alineados los manantiales y términos
hórridos y pútridos de todos, y
hasta los dioses los maldicen. Allí hay
relucientes puertas y un sólido broncíneo
vestíbulo natural, asegurado con profundos
cimientos. Delante, apartados de todos los dioses,
viven los Titanes al otro lado del tenebroso abismo.
Después, los ilustres servidores del muy
resonante Zeus habitan palacios sobre las raíces
del Océano, Coto y Giges; a Briareo, por
su nobleza, le hizo su yerno el gravisonante Ennosigeo;
le permitió desposar a su hija Cimopolea.
Nacimiento de Tifón
Luego que Zeus expulsó del cielo a los
Titanes, la monstruosa Gea concibió su
hijo más joven, Tifón en abrazo
amoroso con Tártaro preparado por la dorada
Afrodita. Sus brazos se ocupaban en obras de fuerza
e incansables eran los pies del violento dios.
De sus hombros salían cien cabezas de serpiente,
de terrible dragón, adardeando con sus
negras lenguas. De los ojos existentes en las
prodigiosas cabezas, bajo las cejas, el fuego
lanzaba destellos y de todas sus cabezas brotaba
ardiente fuego cuando miraba. Tonos de voz había
en aquellas ardientes cabezas que dejaban salir
un lenguaje variado y fantástico. Unas
veces emitían articulaciones como para
entenderse con dioses, otras un sonido con la
fuerza de un toro de potente mugido, bravo e indómito,
otras de un león de salvaje furia, otras
igual que los cachorros, maravilla oírlo,
y otras silbaba y le hacían eco las altas
montañas.
Tifonomaquia
Y tal vez hubiera realizado una hazaña
casi imposible aquel día y hubiera reinado
entre mortales e inmortales, de no haber sido
tan penetrante la inteligencia del padre de hombres
y dioses. Tronó reciamente y con fuerza
y por todas partes terriblemente resonó
la tierra el ancho cielo arriba, el ponto, las
corrientes del Océano y los abismos de
la tierra. Se tambaleaba el alto Olimpo bajo sus
inmortales pies cuando se levantó el soberano
y gemía lastimosamente la tierra. Un ardiente
bochorno se apoderó del ponto de azulados
reflejos, producido por ambos y por el trueno,
el relámpago, el fuego vomitado por el
monstruo, los huracanados vientos y el fulminante
rayo. Hervía la tierra entera, el cielo
y el mar. Enormes olas se precipitaban sobre las
costas por todo alrededor bajo el ímpetu
de los Inmortales y se originó una conmoción
infinita. Temblaba Hades, señor de los
muertos que habitan bajo la tierra, y los Titanes
que, sumergidos en el Tártaro, rodean a
Cronos, a causa del incesante estruendo y la horrible
batalla. Zeus, después de concentrar toda
su fuerza y coger sus armas, el trueno, el relámpago
y el llameante rayo, le golpeó saltando
desde el Olimpo y envolvió en llamas todas
las prodigiosas cabezas del terrible monstruo.
Luego que le venció fustigándole
con sus golpes, cayó aquél de rodillas
y gimió la monstruosa tierra, Fulminado
el dios, una violenta llamarada surgió
de él cuando cayó entre los oscuros
e inaccesibles barrancos de la montaña.
Gran parte de la monstruosa tierra ardía
con terrible humareda y se fundía igual
que el estaño cuando por arte de los hombres
se calienta en el bien horadado crisol o el hierro
que es mucho más resistente, cuando se
le somete al calor del fuego en los barrancos
de las montañas, se funde en el suelo divino
por obra de Hefesto; así entonces se fundía
la tierra con la llama del ardiente fuego. Y le
hundió, irritado de corazón, en
el ancho Tártaro.
Hijos de Tifón
Son hijos de Tifón los recios vientos de
húmedo soplo, menos Noto, Bóreas,
Argesteo y Céfiro. Éstos descienden
de los dioses y son de gran utilidad para los
mortales. Las demás brisas soplan caprichosamente
sobre el mar; unas dejándose caer en el
ponto sombrío, azote terrible para los
mortales, se precipitan en funesto vendaval y,
unas veces en un lugar, otras en otro, con sus
ráfagas destruyen las naves y hacen perecer
a los navegantes. No hay escape del mal para los
hombres que se topan con ellas en el ponto. Otras
en cambio, a lo largo de la tierra sin límites
cubierta de flores arrasan los deliciosos campos
de los hombres nacidos en el suelo, llenándolos
de polvo y de atroz confusión. Luego que
los dioses bienaventurados terminaron sus fatigas
y por la fuerza decidieron con los Titanes sus
privilegios, ya entonces por indicación
de Gea animaron a Zeus Olímpico de amplia
mirada para que reinara y fuera soberano de los
Inmortales. Y él les distribuyó
bien las dignidades.
Hijos de Zeus con las diosas
Zeus rey de dioses tomó como primera esposa
a Metis, la más abia de los dioses y hombres
mortales. Mas cuando ya faltaba poco para que
naciera la diosa Atenea de ojos glaucos, engañando
astutamente su espíritu con ladinas palabras,
Zeus se la tragó por indicación
de Gea y del estrellado Urano. Así se lo
aconsejaron ambos para que ningún otro
de los dioses sempiternos tuviera la dignidad
real en lugar de Zeus. Pues estaba decretado que
nacieran de ella hijos muy prudentes: primero,
la doncella de ojos glaucos Tritogenia que iguala
a su padre en coraje y sabia decisión;
y luego, era de esperar que naciera un hijo rey
de dioses y hombres con arrogante corazón.
Pero Zeus se la tragó antes para que la
diosa le avisara siempre de lo bueno y de lo malo.
En segundo lugar, se llevó a la brillante
Temis que parió a las Horas, Eunomía,
Dike y la floreciente Eirene, las cuales protegen
las cosechas de los hombres mortales, y a las
Moiras, a quienes el prudente Zeus otorgó
la mayor distinción, a Cloto, Láquesis
y Átropo, que conceden a los hombres mortales
el ser felices y desgraciados.
Eurínome, hija del Océano, de encantadora
belleza, le dio las tres Gracias de hermosas mejillas,
Aglaya, Eufrósine y la deliciosa Talía.
De sus párpados brota el amor que afloja
los miembros cuando miran y bellas son las miradas
que lanzan bajo sus cejas.
Luego subió al lecho de Deméter
nutricia de muchos. Ésta parió a
Perséfone de blancos brazos, a la que Edoneo
arrebató del lado de su madre; el prudente
Zeus se la concedió.
También hizo el amor a Mnemósine
de hermosos cabellos y de ella nacieron las nueve
Musas de dorada frente a las que encantan las
fiestas y el placer del canto.
Leto parió a Apolo y a la flechadora Ártemis,
prole más deseable que todos los descendientes
de Urano, en contacto amoroso con Zeus portador
de la égida.
En último lugar tomó por esposa
a la floreciente Hera; ésta parió
a Hebe, Ares e Ilitía en contacto amoroso
con el rey de dioses y hombres. Y él, de
su cabeza, dio a luz a Atenea de ojos glaucos,
terrible, belicosa, conductora de ejércitos,
invencible y augusta, a la que encantan los tumultos,
guerras y batallas. Hera dio a luz, sin trato
amoroso -estaba furiosa y enfadad con su esposo-,
a Hefesto, que destaca entre todos los descendientes
de Urano por la destreza de sus manos.
Hijos de Anfítrite con Posidón y
Afrodita con Ares De Anfítrite y del resonante
Ennosigeo nació el fornido y enorme Tritón
que, en las profundidades del mar, junto a su
madre y soberano padre, habita palacios de oro,
terrible dios. A su vez, con Ares, perforador
de escudos, Citerea concibió a los temibles
Miedo y Terror, que ponen en confusión
las compactas falanges de varones en la guerra
sangrienta junto con Ares destructor de ciudades;
y también a Harmonía, a quien el
muy esforzado Cadmo hizo su esposa.
Otros hijos de Zeus
También con Zeus la Atlántide Maya
parió al ilustre Hermes, heraldo de los
Inmortales, subiendo a su sagrado lecho. Y la
cadmea Sémele, igualmente en trato amoroso
con él, dio a luz a un ilustre hijo, el
muy risueño Dioniso, un inmortal siendo
ella mortal. Ahora ambos son dioses. Alcmena parió
al fornido Heracles en contacto amoroso con Zeus
amontonador de nubes.
Matrimonios entre dioses
A Aglaya, Hefesto, el muy ilustre patizambo, siendo
la más joven de las Gracias, la hizo su
floreciente esposa. Dioniso, el de dorados cabellos,
a la rubia Ariadna hija de Minos la hizo su floreciente
esposa; y la convirtió en inmortal y exenta
de vejez el Cronión. A Hebe, hija del poderoso
Zeus y de Hera de doradas sandalias, el bravo
hijo de Alcmena de bellos tobillos, el fornido
Heracles, al término de sus penosos trabajos,
la hizo su venerable esposa en el nevado Olimpo.
¡Dichoso él, que, después
de realizar una gran hazaña, entre los
Inmortales vive sin dolor y exento de vejez por
todos los siglos! Con el incansable Helios, la
ilustre Oceánide Perseis tuvo a Circe y
al rey Eetes. Eetes, hijo de Helios que ilumina
a los mortales, se casó con una hija del
Océano, río perfecto, por decisión
de los dioses, con Idía de hermosas mejillas.
Ésta parió a Medea de bellos tobillos
sometida a su abrazo por mediación de la
dorada Afrodita.
Catálogo de los héroes
Y ahora, ¡salud a vosotros que habitais
las mansiones olímpicas y también
vosotros, islas, continentes y salobre ponto encajado
entre ellos! ¡Celebrad, Musas Olímpicas
de dulces palabras, hijas de Zeus portador de
la égida, la tribu de diosas que, acostadas
con varones mortales, siendo inmortales dieron
a luz hijos semejantes a dioses! Deméter,
divina entre diosas, parió al generoso
Pluto en placentero abrazo con el héroe
Yasio en un fértil campo en el rico país
de Creta. Éste recorre toda la tierra y
los anchos lomos del mar y a quien le encuentra,
si se echa en sus brazos, le vuelve rico y le
colma de prosperidad. Con Cadmo, Harmonía,
hija de la dorada Afrodita, tuvo a Ino, Sémele,
Ágave de hermosas mejillas, Autónoe,
a la que desposó Aristeo de tupida cabellera,
y a Polidoro en la bien coronada Tebas. Calírroe,
hija del Océano, unida con el valeroso
Crisaor en el amor de la muy dorada Afrodita,
parió un hijo, el más violento de
todos los mortales: Gerión, al que mató
el fornido Heracles por sus bueyes de marcha basculante
en Eritrea rodeada de corrientes. Con Titono,
Eos dio a luz a Memnón de broncínea
coraza, rey de los etíopes y al héroe
Ematión. Además, con Céfalo,
concibió un hijo ilustre, el ilustre Faetón,
varón semejante a los dioses. A él,
joven, en la tierna flor de una noble juventud,
niño de ingenuos pensamientos, la risueña
Afrodita le levantó llevándoselo
por los aires y le colocó en sus sagrados
templos, servidor secreto de su santuario, genio
divino. A la hija de Eetes rey vástago
de Zeus, el Esónida, por decisión
de los dioses sempiternos, se la llevó
del palacio de Eetes al término de las
amargas pruebas que en gran número le impuso
un rey poderoso y soberbio, el violento, insensato
y osado Pelias. Cuando las llevó a cabo,
volvió Yolcos el Esónida, tras muchos
sufrimientos, conduciendo en su rápida
nave a la joven de ojos vivos y la hizo su floreciente
esposa. Entonces ésta, poseida por Jasón,
pastor de pueblos, dio a luz un hijo: Medeo, al
que educó en las montañas Quirón,
hijo de Fílira. Y se cumplió por
completo la voluntad de Zeus. En cuanto a las
hijas de Nereo, viejo del mar, Psámata,
divina entre diosas, parió a Foco en abrazo
con Éaco por mediación de la dorada
Afrodita. Y la diosa Tetis de plateados pies,
sometida a Peleo, dio a luz a Aquiles, destructor
de hombres, furioso como un león. A Eneas
le parió Citerea de bella corona, en placentero
contacto con el héroe Anquises en las cumbres
azotadas por el viento del escabroso Ida. Circe,
hija del Hiperiónida Helios, en abrazo
con el intrépido Odiseo, concibió
a Agrio y al intachable y poderoso Latino; también
parió a Telégono por mediación
de la dorada Afrodita. Éstos, muy lejos,
al fondo de las islas sagradas, reinaban sobre
los célebres Tirrenos. Calipso, divina
entre diosas, unida en placentero abrazo con Odiseo,
dio a luz a Nausítoo y Nausínoo.
Proemio al catálogo de heroinas Estas inmortales,
acostadas con varones mortales, dieron a luz hijos
semejantes a dioses. Y ahora, ¡celebrad
la tribu de mujeres, Musas Olímpicas de
dulces palabras, hijas de Zeus portador de la
égida!
FIN
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